viernes, 22 de enero de 2010

NATURALEZA HUMANA: APOCALIPSIS NUCLEAR


Los humanos lo han hecho, su naturaleza autodestructiva ha alcanzado su cenit desencadenando la guerra mundial nuclear. No debería sorprenderme, los observo desde que aparecieron en la Tierra, desde sus orígenes. He existido a lo largo del tiempo estudiándolos, aprendiendo cómo son, cómo piensan. Los conozco mejor de lo que creen hacerlo ellos.

     Una especie como la suya, seres inteligentes, racionales, capaces de logros extraordinarios, cuánto pudieron haber creado. Monumentales éxitos han obtenido en la ciencia en todas sus ramas: matemáticas, física, química, medicina, todas. También en filosofía, arte… En múltiples campos en el transcurso de su historia han hecho descubrimientos e ideado inventos increíbles; incluso consiguieron salir del planeta viajando por el espacio.

      Pero su mayor victoria para su desgracia y vergüenza, lo que mejor supieron hacer siempre, a lo que dedicaron más ingenio, tiempo, recursos y esfuerzo, fue a la creación de armas para matarse entre ellos. Si en esas condiciones han logrado todo el bien que hicieron, si se hubieran dedicado exclusivamente a fines mejores que la destrucción, ¿qué hubieran sido capaces de conseguir? Habrían alcanzado triunfos inimaginables incluso para una inteligencia superior como la suya. Ni ellos mismos con su increíble potencial mental fueron capaces siquiera de esbozar todo el bien que podrían haber hecho. Pero no, su mayor ansia siempre fue el armamento para aniquilarse. Así ha sido desde el principio de la humanidad, hasta que finalmente engendraron el arma definitiva, la bomba termonuclear. Y por su egoísmo y afán de poder han desatado la guerra mundial nuclear. Claro que el arma suprema no fue la bomba de hidrógeno, el arma decisiva contra los humanos siempre fueron precisamente ellos mismos. Solo que hasta ahora no habían tenido el poder de devastación suficiente para terminar de una vez con su existencia y paso por este mundo.

      Camino despacio, por lo que alguna vez fue un verde paraje. Ahora únicamente veo muerte y desierto. Hace dos días que estalló la guerra a nivel mundial. No sé quién empezó, dudo que nadie lo supiera en ningún momento, no creo que importe realmente. Los misiles volaron por todo el planeta, en pocos minutos arrasaron lo que había costado siglos construir. Los impactos acabaron con las principales ciudades, gran parte de la población global murió al instante. El infierno nuclear empezó a propagarse eliminando a los más cercanos que no habían muerto por las explosiones y el fuego. En pocas horas una nube de muerte radiactiva cubrió todo el orbe; la lluvia radiactiva galopaba a lomos de los vientos. Ingentes cantidades de polvo y humo fueron emitidas a la atmósfera ocultando el Sol, preludio del consiguiente invierno nuclear. Solamente un pequeño porcentaje de la población mundial sobrevivió, pero por poco tiempo, ya están muertos aunque no quieran aceptarlo. Caminan y por eso creen estar vivos, pero la radiactividad ha corrompido su carne, son solo cuerpos moribundos más cerca de la muerte que de la vida. Relegados a un estado físico inferior al de ratas enfermas. Tardarán poco en desaparecer. En escaso tiempo morirá el último humano de la Tierra. Su extinción es inminente.

      Desde siempre, desde que adquirieron la inteligencia que los diferenció del resto de especies del planeta, eligieron someterse a la envidia y al egoísmo. Aunque fueron lo bastante listos para comprender que les iría mejor en comunidad que solos, siempre su necio orgullo e irracional egoísmo los hizo recelar unos de otros, intentando mejorar, no superándose a sí mismos con la ayuda de los demás, sino pisándose entre ellos, eliminando a un supuesto competidor a toda costa y a cualquier precio.

      El poder. ¿Cuántas guerras ha provocado? Se creó la jerarquía de gobierno para mejorar su calidad de vida, para establecer un orden. Pero una vez más despertó la ambición y el egoísmo humano. Su naturaleza autodestructiva, latente en la esencia del ser humano, hace su aparición a cada momento, convirtiendo cada logro que consiguen en algo más por lo que pelearse. Grandes naciones enfrentadas por el anhelo y conquista de poder. Millones de muertes durante siglos. Al principio comprendieron que progresarían mejor en comunidad, pero cuando consiguen cierta estabilidad, en lugar de aumentar esa comunidad, se pelean contra otras para aumentar la suya destruyendo a las vecinas. Si crearon grandes naciones mediante la unión, ¿cómo es que no entendieron que mediante la unidad de esos mismos países se convertirían en un grandioso pueblo capaz de grandes cosas? La unión hace la fuerza, eso lo entendieron. Pero según ellos, hace la fuerza no para seguir uniéndose y mejorar, hace la fuerza para destruirse entre sí y que gane el más poderoso. Y después de destruirse no sé qué suponen que ganan. Y ahora han dado el paso final, se han exterminado, en poco tiempo no quedará ni rastro del ser humano en este planeta. No sé quién piensan que ha ganado. Pero claro, esos deseos de poder estuvieron siempre latentes incluso en pequeños niveles de su existencia. La única manera de progresar no eran la unión, el entendimiento y la ayuda mutua. No, la única manera de progresar fue destrozar a los demás en diferentes niveles de su existencia y forma de vida.

      También inventaron las leyes para una mejor convivencia, afortunadamente siempre hubo alguna excepción entre los humanos que trajo algo de cordura a su existencia. Pero no sirvió de nada, con la invención de las leyes cambiaron los métodos para pisarse, utilizaron su inteligencia para atacarse y aniquilarse más sutilmente. Mentiras, engaños, conspiraciones, modos de volver las leyes contra ellos mismos burlando el motivo para el que fueron creadas.

      Igualmente en sus relaciones personales, con sus amigos, familias. Traiciones unos a otros, mentiras y engaños para conseguir sus necesidades egoístas. Algunas excepciones pronto se convirtieron en el principal blanco de los demás, los cuales fingieron para ganarse su confianza y así en el momento apropiado dar un golpe mayor. Incluso, algunas de esas dichas excepciones se amargaron al comprender que la única manera de sobrevivir, aun sin faltar a sus principios, sería entrar en ese juego demente, en ese círculo vicioso de destrucción a distintos niveles, familiar, amistad, trabajo, todos.

      Personalmente, siempre he disfrutado con el sufrimiento de los humanos. Me ha divertido jugar con ellos a lo largo del tiempo. Soy el vampiro, el señor de la noche, ella es mi aliada. Me alimento con la sangre de las diversas especies de este planeta, claro que ninguna tiene el delicioso sabor de la humana. Durante toda su historia los he matado, torturado y mutilado para mi diversión. Me he alimentado con su sangre... Me consideraron su principal enemigo en múltiples ocasiones. Pero enseguida se olvidaban de mí para volver a atacarse. Siempre disfruté con su dolor, pero jamás entendí que se lo causasen entre ellos, a sus semejantes, siempre me pareció enfermizo. Esa es una actitud más propia de bestias salvajes que de una especie inteligente y racional.

      Crearon el dinero. En principio una forma de evolución del trueque. En el albor de su historia intercambiaban cosas, lo que les sobraba por otras que necesitaban. Con el dinero eso sería más fácil estableciendo un precio a las cosas para su compra y venta. Un invento bueno en teoría, un invento para mejorar su calidad de vida. Pero no. Enseguida el dinero despertó la ambición y la codicia del ser humano. Por él se han robado, se han peleado, matado. Grandes guerras entre países en el transcurso de los siglos por el deseo insaciable de riqueza. Pero a nivel más personal también se han perdido amistades, destrozado familias, todo por el vil dinero. La en principio moneda de cambio se convirtió en un blanco más de la ambición y el egoísmo humano.

      Grandes cantidades de polvo y humo cubren el planeta, ocultando el Sol y sumiendo a la Tierra en una noche continua. La luz solar no es un problema para mí en estas condiciones. Los supervivientes que encuentro a mi paso se fijan en mí y me temen. No saben que soy el vampiro, mi apariencia exterior es la de un ser humano corriente. Pero claro, ellos ya no parecen seres humanos, su carne podrida por la radiactividad no recuerda nada a lo que antes eran. Vestidos con harapos, están sucios y enfermos. Yo, por el contrario, estoy sano, no soy un ser vivo, existo sin vida a lo largo del tiempo, así que la radiactividad no me ha afectado. Mi aspecto es el de un ser humano sano. Mis ropas son elegantes, muy distintas de los andrajos que ellos portan. Me miran con miedo y desconfianza. Siempre han temido lo que es diferente a ellos. Incluso ahora que se podría decir que los distintos son ellos, ya que ellos son los que han cambiado.

      Ese miedo y desconfianza a lo supuestamente diferente también ha sido motivo de lucha. Las diferencias raciales han sido causa de múltiples guerras. Un simple cambio en la pigmentación de la piel ha servido como excusa para esclavizar, pelear y matar. Reyertas encarnizadas durante siglos esclavizando a humanos de “otro” color. Disturbios raciales en los últimos años. Seres humanos, son todos iguales pero de distinto color; a veces me pregunto, ¿cómo seres tan inteligentes pueden dar muestras de semejante ignorancia? También las diferencias de religión, de pensamiento político, de cualquier pensamiento en definitiva. Todos adoran a un mismo Dios, le ponen diferentes nombres, distintas formas de honrarlo, y ya hay motivos para matarse. Pero lo mismo con cualquier pensamiento, la manera de hacer valer sus ideales fue eliminar a los que defienden otros en apariencia diferentes, sin entender que la mayoría sirven todos a un mismo fin, y la solución serían el diálogo y el respeto, no la violencia. Incluso en algo tan simple como los deportes, concebidos en principio para su tiempo de ocio; pues la diversidad de afición deportiva también ha sido motivo de disputas y muertes. Siempre buscando diferencias por las que pelearse en lugar de entender que todos son seres humanos, iguales.

      Estoy pensando en los héroes, humanos corrientes que sometidos a una situación extrema actúan con sumo valor, arriesgando sus vidas desinteresadamente por los demás. Algunos de esos valientes tuvieron la inútil osadía de enfrentarse a mí. Esos paladines que nacieron a lo largo de su historia y por diferentes causas. Los humanos idealizan a sus héroes, estos les infunden esperanza e incluso valor en tiempos difíciles. Los humanos admiran y aprenden de ellos en los momentos que los necesitan, sobre todo en períodos de guerra. Pero una vez que ya no son necesarios, esa admiración se torna envidia. La envidia, una máscara que en realidad esconde un sentimiento de inferioridad. Si piensan que alguien es mejor hay que hundirlo a toda costa, incluso aunque le deban su ayuda en momentos duros. Más todavía en ese caso, porque una vez que están bien, envidian haber tenido que “depender” de otro. Claro que eso no ocurre solo con los héroes, grandes amistades, en realidad falsas amistades, se han roto cuando alguien ve la posibilidad de “superar” a ese que lo ha ayudado, a ese que ha admirado y envidiado, y esa posibilidad es traicionándolo y hundiéndolo en una situación delicada. Los héroes son admirados cuando son requeridos, pero la gente nunca soportó convivir con ellos, precisamente por ese sentimiento de inferioridad, precisamente por envidia. Cuantos maestros traicionados por sus alumnos. Aprenden de sus mentores todo lo que pueden, pero un día la envidia los corroe y pretenden “superar” al maestro, traicionándolo y hundiéndolo. Normalmente la moneda les es devuelta. Siempre es lo mismo, la envidia, el egoísmo, la naturaleza humana autodestructiva.

      Ayer vi una niña en las ruinas en llamas de lo que una vez fue un edificio, sus gritos me divertían. Iba a morir irremediablemente. Un joven, cojo por una pierna fracturada, se adentró en esos vestigios de construcción. Demostró un gran valor, aquello era literalmente un infierno llameante. Al poco tiempo apareció con la chiquilla en brazos. Cuando estaban a punto de salir, una viga ardiendo golpeó al chico dejándolo semiinconsciente, la pequeña cayó a su lado aterrada e incapaz de reaccionar. El bravo quería levantarse, pero su aturdimiento se lo impedía. Aunque totalmente consciente tampoco podría haber hecho mucho con la viga ardiente que los separaba de la salvación. Me acerqué a ellos, con mi fuerza sobrehumana aparté la viga haciendo caso omiso del extremo dolor infligido por las quemaduras. Mis heridas pronto se curarían por mi metabolismo, pero el dolor es inevitable incluso para mí. Los recogí y puse fuera de todo peligro. El joven intentó darme las gracias, pero la tos por el humo inhalado le impedía hablar. La niña se abrazó con fuerza a mi pierna. Sin más me fui. Uno de sus héroes, me dio pena, a eso han llegado estos patéticos humanos, a darme pena, a mí. Nunca lo hubiera creído.

      Durante siglos los humanos lucharon contra mí y siempre fracasaron, buscaron mil formas de eliminarme, pero su inferioridad era clara. Finalmente lo han logrado, han encontrado la forma de exterminarme, se exterminaron ellos primero. En poco tiempo no quedará ningún ser vivo en este planeta del que pueda alimentarme con su sangre. De todas formas no me he alimentado desde los impactos, no pienso tomar sangre adulterada por la radiactividad, si he de desaparecer lo haré con honor, aunque eso acelere mi extinción. En eso me sigo diferenciando de ellos, se han erradicado sin ningún honor.

      Me pregunto si ahora al final se habrán dado cuenta de su error, si estarán reflexionando como yo. No lo creo. Incluso aunque tuvieran una segunda oportunidad volverían a cometer el mismo error. Su naturaleza autodestructiva los cegaría aunque supieran lo que iba a pasar en el futuro. Aniquilándose unos a otros, arrasando incluso su entorno. ¿Por qué? Porque su inteligencia la usan para satisfacer su egocentrismo, en lugar de usarla para lo que deberían. Los humanos, la especie más inteligente del planeta, pero la más egoísta, la más autodestructiva. La más incoherente y absurda.

      He oído muchas veces que no sabrían cuándo sería la tercera guerra mundial, pero sí sabrían cómo sería la siguiente, con palos y piedras. Eso significa que en realidad siempre supieron que acabarían erradicándose de la faz de la Tierra y nunca hicieron nada para impedirlo. Pero lo que llama más mi atención es su soberbia dando siempre por sentado que otra vez los humanos poblarían este mundo, no solo eso, sino que, además, siempre creyeron que se erigirían nuevamente como especie dominante. Si la naturaleza y la evolución son sabias, no permitirán que eso vuelva a ocurrir jamás aunque este planeta vuelva a hacerse habitable para la vida humana. Pero si ni siquiera supieron cuidar su entorno, al contrario, se dedicaron a destrozarlo. ¿Qué mamíferos hacen eso? ¿De veras esperan que la naturaleza vuelva a cometer el error de convertirlos de nuevo en especie dominante, o tan solo de permitirles pisar la Tierra de nuevo? ¿Y la evolución? ¿Evolución de nuevo hacia la destrucción? Lo dudo mucho.

      Siempre he sido superior a ellos en todo, incluso me atrevería a decir que en “bondad”. Se atrevieron a llamarme monstruo a mí. Ellos que matan a sus semejantes, incluso a sus amigos. Ni siquiera parecen comprender cuánto daño se han causado en todos los niveles a lo largo de su historia. Hasta tal punto no les importa que ni parecen conscientes de ello, como si no hubiera ocurrido. Recuerdo ese joven que salvó a la niña, una de las pocas excepciones de ayuda desinteresada arriesgando incluso su vida. Sigue dándome pena conociendo a la mayoría de su prójimo. Esos sí que son monstruos.

      Estoy en el infierno, en el que los humanos crearon para sí mismos. Finalmente lo han hecho, se han exterminado, y pronto no quedará ninguna prueba de su paso por este planeta. Toda huella de su existencia será borrada por el tiempo, incluso de la destrucción que han “creado”. No quedarán indicios que muestren para su vergüenza lo que han llevado a cabo. Se han aniquilado. Y han conseguido acabar conmigo con su arma más poderosa... con su naturaleza autodestructiva.


© José Ángel Gómez Fernández